Kant identificó la existencia en los organismos vivos de una causalidad descendente porque no procede de la materia, sino de la unidad inmaterial que se proyecta sobre todas las partes, órganos o miembros. Por esta razón, por proceder del todo hacia las partes, en lugar de hacerlo en sentido contrario, de las partes hacia el todo, denominó a una como descendente y a la otra como ascendente.
En la ciencia biológica este tipo de causalidad ha recibido el nombre de morfogénesis, con el que se designan distintos tipos de procesos como son, por ejemplo, la división, la diferenciación o la migración celular.
En la teoría de los sistemas, se aprecian dos líneas de causalidad que proceden en sentidos opuestos: la morfogénesis y la homeostasis. La primera es descendente; la segunda, ascendente.
En la teoría narrativa, se pueden distinguir las narrativas litúrgicas de las jurisdiccionales. Las primeras suponen la celebración de la acción de la divinidad en la vida de las familias: los ritos de paso, como son el nacimiento o las bodas, presentan una dimensión sagrada que supone el reconocimiento de una causalidad que procede del ámbito del espíritu.
Desde el punto de vista jurídico, las narrativas de comunión familiar sólo pueden ser creadas por procesos morfogenéticos en los que las personas hacen entrega de sí mismas en el reconocimiento de los demás miembros de las relaciones.