Si el logos es la palabra, la lógica encarnatoria alude al proceso por el que el concepto expresado en ella deviene real, es decir, se encarna. Este proceso es fruto de la fecundidad del amor interpersonal y de los procesos morfogenéticos implícitos en él.
La lógica encarnatoria es el alma del ordenamiento narrativo de la familia.
La lógica encarnatoria requiere un pensamiento atingente es decir sólo puede ser entendida desde la perspectiva de las narrativas autobiográficas y de comunión teniendo en cuenta el giro narrativo, el enfoque de capacidades y el paradigma de atingencia. Por definición, una narrativa de tercera persona no es susceptible de "encarnar" las palabras que conforman el relato.
Las fuentes de la lógica encarnatoria son el nacimiento y el acto conyugal.
1) El nacimiento es el acto humano por excelencia, puesto que trasciende el hecho biológico para significar la acogida del advenimiento de la persona por parte de las comunidades humanas que tienen esa misión: la familia y la nación. Es la persona la que nace y, al hacerlo, trae al mundo su propio universo. La natalidad es el principio morfogenético que explica el desarrollo de la lógica encarnatoria en su dimensión autobiográfica. Es un principio de naturaleza atencional.
2) El acto conyugal es la máxima expresión del amor encarnado puesto que en él se pone de manifiesto la fecundidad relacional: al entregarse el uno al otro, el hombre y la mujer se hacen una sola carne, principio generativo celebrado en las narrativas litúrgicas nupciales. Por esta razón, la conyugalidad se convierte en el paradigma familiar por antonomasia en sentido referencial.
Dependiendo de cómo se traduzca el logos -como palabra o como razón- derivan dos logicas que se mueven en sentidos opuestos: la palabra se encarna, mientras que la razón conceptualiza.
Encarnar no es sinónimo de conceptualizar: