Puesto que las personas que constituyen una unidad familiar comparten líneas de intimidad familiar sistémicas, de forma que lo que afecta a uno de ellos les afecta o interpela también a los demás, la noción de consorcio se corresponde con la noción de familia como órgano de la intimidad o como la íntima comunidad de vida y de amor.
La expresión "consorcio familiar" responde a un principio sistémico y holístico, según el cual lo que afecta a un miembro de la familia repercute en todos los demás y en la unidad familiar en su conjunto. Esta característica de la familia como comunidad de vida y de amor se está perdiendo en la cultura occidental puesto que el término "consorcio" se aplica en términos utilitaristas y económicos. En los consorcios las personas y los grupos quieren compartir los beneficios y no están dispuestos a asumir las pérdidas. La solidaridad social se funda en última instancia en la comprensión familiar de la persona. En la familia se aprende a ser humanos y "consortes de la vida". El consorcio por excelencia es la familia.
En la familia, los miembros corren la misma suerte porque están unidos porque comparten la intimidad, es decir, las identidades que tejen el desarrollo de su vida. Esas identidades y relaciones son generadas por la familia, no por actos individuales de sus componentes. La familia es generada por el amor y es generadora de intimidad en la medida en que es comunidad de vida y de amor.