Por familia inclusiva nos referimos al concepto aportado por el cambio de enfoque realizado por la Asamblea General de las Naciones Unidas celebrada en El Cairo en el año 1994, al renunciar a una noción objetiva identificada por elementos definitorios observables que pueda ser discriminatorios de los derechos de las personas.
En la noción inclusiva destaca en primer término la dimensión atencional, al mismo tiempo que se invita a los servicios públicos a que cuando haya signos de que el desarrollo de los menores de edad o de las personas con discapacidad, pueda estar en peligro, disciernan si la comunidad de personas que es afirmada como familia por alguno de sus miembros es o no saludable y requiera algún tipo de intervención profesional.
La intimidad familiar es un aspecto central de la noción inclusiva de familia puesto que integra la legitimidad del derecho a la privacidad y la necesidad de no juzgar el ámbito de autonomía de las personas, de un lado; con la necesidad de mantener una referencia a la realidad con objeto de no incurrir en la autorreferencilidad de las narrativas jurisdiccionales. La intimidad es el concepto clave del principio de atingencia.
Para poder ser "inclusivos" es necesario distinguir la intimidad de la privacidad, porque son conceptos radicalmente distintos. El motivo por el que existe la necesidad de proteger la intimidad no está en el derecho mismo (eso es un concepto autorreferencial) sino en la dignidad de la persona en cuanto ser en relación (un ser que se encuentra a sí mismo a través del don de sí a los demás (Gaudium et spes, 24). La intimidad individual es una quimera y es veleidoso pretender ordenar la vida familiar a partir del derecho a la intimidad. Este pretendido derecho puede servir de pretexto para realizar actos insolidarios y revestir de apariencia familiar a conductas que son gravemente lesivas de los derechos familiares, especialmente los de los menores y los de las personas con discapacidad.
En abril de 2014 tuve la alegría de participar en el Congreso organizado por la Facultad de Comunicación Institucional de la Pontificia Universidad de la Santa Cruz. En aquellos años todavía no había incorporado el enfoque narrativo en el análisis de la realidad familiar a partir de los relatos autobiográficos y de comunión. Sin embargo, las palabras del Papa Francisco: "el criterio de realidad de una palabra, ya encarnada y siempre buscando encarnarse, es esencial a la Evangelización" (EV 233) supusieron un impulso decisivo para abandonar paulatinamente los ordenamientos normativos y obligarme a ver la realidad desde la Palabra encarnada, es decir, poniendo en el centro del pensamiento la persona que tiene el deber de buscar la verdad y encontrar el sentido de su vida. En esto consiste básicamente el concepto de narrativa autobiográfica.
Por tanto, la carne es clave no sólo de la Evangelización sino de un pensamiento realista, inmunizado contra las ideologías, sean del signo que sean.
En las ciencias sociales es frecuente escuchar que la familia es un constructo social.
Es importante subrayar que al tratarse de una realidad familiar, esta expresión es tan legítima como la que afirma que la familia e una institución natural.
De hecho, en el modelo ecológico del desarrollo humano se sostiene que la familia es un contexto natural del desarrollo de las personas. Esta afirmación también es recurrente entre los profesionales e investigadores de las ciencias de la salud, especialmente cuando se refieren a la infancia y adolescencia.
Sin embargo, no siempre se integran bien ambas perspectivas.
La familia inclusiva no es un constructo social, sino más bien "natalicio", es decir, está ligado a la aceptación de la persona que nace y es acogida en una comunidad de vida y amor. El paradigma de la natalidad y el enfoque de capacidades son claves para la reflexión y la investigación sobre la familia.