Durante siglos se ha considerado que la ciencia es el conocimiento por causas. Existía el convencimiento de que la razón puede conocer las leyes que rigen el universo y de que todo efecto tiene su causa, que es posible determinar. En esta visión, el proceso causal sigue una dirección clara y unidireccional: A causa B , sin que haya retroalimentación o influencia mutua entre causa y efecto. Este tipo de causalidad se basa en el principio de que un cambio de acción produce un efecto concreto y predecible en otro elemento o fenómeno.
A mediados del siglo pasado, con el desarrollo de la teoría de los sistemas se ha abandonado el esquema de la que comenzó a denominarse causalidad lineal, en contraposición de enfoques sistémicos en los que se tiene en consideración el carácter descendente o circular de la causalidad.