La cualidad autobiográfica de prójimo, así como el proceso comunional en virtud del cual dos "prójimos" descubren la intimidad de su recíproca humanidad.
Esta definición "aparece" -es fruto- de la aplicación del paradigma de atingencia, el cual permite reflexionar sobre y a partir de la experiencia de la intimidad compartida.
La projimidad se descubre en el acto de "tocar" y "ser tocado" por la humanidad de otra persona.
No se trata de una proximidad física ni tampoco emocional, sino de una experiencia interpersonal que "toca" la intimidad de los que al "tocarse" se descubren ser uno. La humanidad es ese "todo" que está en cada una de las partes. Sin embargo, no es una abstracción, sino "algo" tan concreto como un abrazo o una caricia, signos de amores encarnados.
Más que un simple sinónimo de cercanía, la projimidad es la cualidad que define una relación como un vínculo real entre prójimos. Es una cualidad autobiográfica, porque inscribe al otro en la propia historia de vida y a nosotros en la suya. Esta cualidad se manifiesta de dos formas fundamentales y complementarias: una pasiva y otra activa.
1. Projimidad pasiva: ser acogido como prójimo
Nadie se da la vida a sí mismo. Nuestra primera experiencia humana es la de ser vulnerables y recibidos por otros. Al nacer, somos acogidos como prójimos por una familia o una comunidad que nos cuida, nos nombra y nos da un lugar en el mundo. Esta es la projimidad originaria: no la elegimos, se nos da como un don. Es una experiencia pasiva que nos constituye como personas. Es el fundamento de nuestra capacidad para amar, porque antes de que nosotros eligiéramos amar, fuimos amados primero. En esta acogida inicial reside la raíz de toda inclusión.
2. Projimidad activa: elegir al prójimo
Sobre la base de haber sido acogidos, desarrollamos la capacidad de acoger a otros. Esta es la projimidad activa, la que elegimos y construimos a lo largo de nuestra vida. Es la dimensión ética que vemos en la parábola del Buen Samaritano: ante el hombre herido en el camino, el samaritano no se pregunta "¿quién es mi prójimo?", sino que se hace prójimo de aquel que lo necesita.
Es un acto autobiográfico: Al detenerse, el samaritano altera su viaje, su historia. Inscribe al herido en su propia biografía, asumiendo una responsabilidad por él.
Es un proceso comunional: Al cuidarlo y llevarlo a la posada, crea una red de projimidad, una comunidad de cuidado, aunque sea temporal.
Los signos son importante. No se trata sólo de símbolos, sino de signos que significan realidades personales. En este post se expone la aplicación del paradigma de atingencia a la Eucaristía, que bien puede expresarse como el misterio de la projimidad.